domingo, 20 de octubre de 2013

EL CAUCA Y NUESTRA PAZ INTERIOR

Este artículo fue publicado en El Nuevo Liberal de Popayán en Abril de 2013, pero por alguna razón no lo encuentro en la página web del periódico donde aparecen otros artículos míosVoy a pedirles el favor de que lo suban, pero mientras tanto lo comparto por aquí, pues aunque fue escrito hace seis meses y en consecuencia tiene medio año de desactualización, muchas de las reflexiones y de los datos sobre procesos en curso siguen vigentes.


Aún si en La Habana llegan a buen término los acuerdos de paz, el Cauca debe adelantar su propio proceso de paz interior.

Más aún: al igual que en el resto de Colombia, la efectividad en el Cauca de los acuerdos dependerá de que seamos capaces de preparar el suelo para que germine la delicada semilla de la paz.

Y por supuesto, en la indeseada eventualidad de que esas negociaciones condujeran a una nueva frustración, la paz interior en el Cauca se convertiría en un requisito indispensable “para que la ruina no sea total”, como pide la inscripción en la Cruz de Belén. 



En el Cauca confluyen tendencias constructivas, generadoras de vida, y tendencias destructivas que apuntan hacia la agudización de la violencia y el empobrecimiento en esas dimensiones en las que somos uno de los lugares más ricos del planeta: nuestra diversidad ecológica, hídrica, étnica y cultural.

Por ejemplo: el Plan de Desarrollo Departamental ha sido calificado como “el mejor del país”; el Plan Estratégico de Ciencia, Tecnología e Innovación “CONCIENCIA CAUCA” plantea una aproximación totalmente innovadora en sí misma a esos temas, y de hecho el departamento ha recibido la segunda mayor asignación de recursos nacionales para investigación científica después de Bogotá; el Contrato Plan del Norte abre la oportunidad de invertir  620 mil millones de pesos en la construcción de un modelo de desarrollo basado en la convivencia activa entre distintos actores, con distintas cosmovisiones, pero con enormes oportunidades para complementarse entre sí; la decisión del Departamento Nacional de Planeación de salir de su torre de marfil para concertar el nuevo CONPES con una multiplicidad de actores de las cinco regiones del Cauca, puede conducir a que ese documento de política social verdaderamente comprometa al Estado nacional con las prioridades del territorio real; se han creado Mesas Interétnicas entre distintas organizaciones, que tienen por objeto explorar caminos para transformar de manera no violenta los conflictos entre indígenas, campesinos mestizos y comunidades negras; en 2012 el CRIC le presentó al Gobierno Nacional una propuesta viable para construir la paz en y desde el territorio caucano; las mesas de negociación entre indígenas y Gobierno se mantienen activas a pesar de las dificultades. Y sobre todo, la gran mayoría de la población caucana quiere la paz.

Pero al mismo tiempo continúan los enfrentamientos entre indígenas y campesinos y entre varios sectores aumenta la polarización; continúan los ataques guerrilleros y las minas antipersonal; el 10% de la población rural del Departamento tiene la condición de desplazada; la minería ilegal –y muchas veces la legal- avanzan con voracidad sobre territorios estratégicos para la viabilidad ecológica de los territorios y la identidad de las comunidades que forman parte de ellos; en 2012 Popayán fue la ciudad con mayor desempleo y el Cauca uno de los dos Departamentos con mayores necesidades básicas insatisfechas del país.

En manos del Cauca está la posibilidad de conjurar esas y otras muchas dinámicas de destrucción que faltó enumerar. El desafío de fortalecer la capacidad de transformar pacíficamente los conflictos debe asumirse con la plena participación de todos los actores regionales, urbanos y rurales, y de los ecosistemas de cada región. Esa riqueza territorial, ecológica, hídrica y cultural, cada vez más estratégica en un escenario global de cambio climático, se debe convertir en el terreno abonado que necesita la paz. Nuestra paz interior.

Gustavo Wilches-Chaux
Abril 22 de 2013