Este artículo fue publicado en El Nuevo Liberal de Popayán en Abril de 2013, pero por alguna razón no lo encuentro en la página web del periódico donde aparecen otros artículos míos. Voy a pedirles el favor de que lo suban, pero mientras tanto lo comparto por aquí, pues aunque fue escrito hace seis meses y en consecuencia tiene medio año de desactualización, muchas de las reflexiones y de los datos sobre procesos en curso siguen vigentes.
Aún
si en La Habana llegan a buen término los acuerdos de paz, el Cauca debe
adelantar su propio proceso de paz interior.
Más
aún: al igual que en el resto de Colombia, la efectividad en el Cauca de los
acuerdos dependerá de que seamos capaces de preparar el suelo para que germine
la delicada semilla de la paz.
Y
por supuesto, en la indeseada eventualidad de que esas negociaciones condujeran
a una nueva frustración, la paz interior en el Cauca se convertiría en un
requisito indispensable “para que la
ruina no sea total”, como pide la inscripción en la Cruz de Belén.
En
el Cauca confluyen tendencias constructivas, generadoras de vida, y tendencias
destructivas que apuntan hacia la agudización de la violencia y el
empobrecimiento en esas dimensiones en las que somos uno de los lugares más
ricos del planeta: nuestra diversidad ecológica, hídrica, étnica y cultural.
Por
ejemplo: el Plan de Desarrollo Departamental ha sido calificado como “el mejor
del país”; el Plan Estratégico de Ciencia, Tecnología e Innovación “CONCIENCIA
CAUCA” plantea una aproximación totalmente innovadora en sí misma a esos temas,
y de hecho el departamento ha recibido la segunda mayor asignación de recursos nacionales
para investigación científica después de Bogotá; el Contrato Plan del Norte
abre la oportunidad de invertir 620 mil
millones de pesos en la construcción de un modelo de desarrollo basado en la
convivencia activa entre distintos actores, con distintas cosmovisiones, pero
con enormes oportunidades para complementarse entre sí; la decisión del
Departamento Nacional de Planeación de salir de su torre de marfil para concertar el nuevo CONPES con una
multiplicidad de actores de las cinco regiones del Cauca, puede conducir a que
ese documento de política social verdaderamente comprometa al Estado nacional
con las prioridades del territorio real; se han creado Mesas Interétnicas entre
distintas organizaciones, que tienen por objeto explorar caminos para
transformar de manera no violenta los conflictos entre indígenas, campesinos
mestizos y comunidades negras; en 2012 el CRIC le presentó al Gobierno Nacional
una propuesta viable para construir la paz en y desde el territorio caucano;
las mesas de negociación entre indígenas y Gobierno se mantienen activas a
pesar de las dificultades. Y sobre todo, la gran mayoría de la población
caucana quiere la paz.
Pero
al mismo tiempo continúan los enfrentamientos entre indígenas y campesinos y
entre varios sectores aumenta la polarización; continúan los ataques
guerrilleros y las minas antipersonal; el 10% de la población rural del
Departamento tiene la condición de desplazada; la minería ilegal –y muchas
veces la legal- avanzan con voracidad sobre territorios estratégicos para la
viabilidad ecológica de los territorios y la identidad de las comunidades que
forman parte de ellos; en 2012 Popayán fue la ciudad con mayor desempleo y el
Cauca uno de los dos Departamentos con mayores necesidades básicas
insatisfechas del país.
En
manos del Cauca está la posibilidad de conjurar esas y otras muchas dinámicas
de destrucción que faltó enumerar. El desafío de fortalecer la capacidad de
transformar pacíficamente los conflictos debe asumirse con la plena
participación de todos los actores regionales, urbanos y rurales, y de los
ecosistemas de cada región. Esa riqueza territorial, ecológica, hídrica y
cultural, cada vez más estratégica en un escenario global de cambio climático,
se debe convertir en el terreno abonado que necesita la paz. Nuestra paz interior.
Gustavo Wilches-Chaux
Abril
22 de 2013