El siguiente es un capítulo del libro "El Proyecto Nasa: La construcción del plan de vida de un pueblo que sueña" que escribí por invitación y con el apoyo del PNUD Colombia en 2005. En este momento, cuando la guerra en el Cauca y la posición de las comunidades indígenas atrapadas en medio de la misma, ocupan los titulares de todos los medios de comunicación nacionales y de muchos internacionales, me parece importante que se conozca en qué consiste la llamada "guardia indígena" y qué función cumple en el marco del PLAN DE VIDA de las comunidades NASA del departamento del Cauca, una región que lleva muchas décadas afectado por distintas expresiones de la violencia y de la guerra.
LA RESISTENCIA CIVIL
El proceso que nos ocupa es clara expresión y
resultado de la resistencia que las comunidades indígenas del Cauca han venido
ejerciendo desde la llegada de los conquistadores europeos en el siglo XVI, y
que por lo menos desde comienzos del siglo XVIII (y con algunas pocas
excepciones) ha adquirido el carácter de resistencia civil, esto es, en
palabras que ya citamos de Ezequiel Vitonás, “la lucha, pero no por la
vía de las armas sino por la vía de la gente”.
Esperanza Hernández identifica los siguientes
elementos como característicos de la resistencia civil:
- Es el producto de un proceso organizativo y un ejercicio de planeación, y no es una expresión espontánea y de corta duración.
- Es una acción colectiva y no es una opción individual.
- Es una respuesta a diversas violencias, como la estructural y la directa en su modalidad política, y no es sólo una respuesta a la violencia del conflicto armado.
- Es una acción colectiva que encuentra su origen en la base social y no es una iniciativa de gobiernos locales, regionales o nacionales, o de actores armados.
- Es una respuesta no violenta, aunque no necesariamente pacifista, y no es una acción colectiva que admita el recurso de la violencia.
- Es el uso de la no colaboración frente a todos los actores que generan la modalidad de violencia y no es la no colaboración sólo frente a uno a unos de los actores violentos.
Además, agrega Hernández, debe soportarse en un elemento de fuerza moral
que la legitime.[1]
Estos elementos posiblemente contribuyan a entender, al menos en parte,
por qué, por ejemplo, a pesar de la seriedad y de la bondad de las intenciones,
los esfuerzos realizados por Antanas Mockus, para generar procesos de
resistencia civil para frenar a los actores armados, no lograron generar las
dinámicas que en otros escenarios de Colombia sí han alcanzado otros sectores
sociales. En su excelente libro “No somos machos, pero somos muchos”[2],
la periodista Juanita León recoge tanto esta tentativa de Mockus, como cuatro
episodios en los cuales sendas comunidades rurales del Cauca (Caldono, Bolívar,
Jambaló y Puracé) resolvieron enfrentarse “por la vía de la gente”, a ataques
armados de las FARC. Las reflexiones de Hernández y las de León nos ayudan a comprender
también qué se necesita para que unas acciones heroicas de unos pocos actores
sociales, no se agoten en la acción misma, sino que logren generar procesos de
transformación en el largo plazo, que comprometan a sectores más amplios de la
sociedad.
Estas reflexiones resultan pertinentes, pues la eficacia de los
enfrentamientos de las comunidades desarmadas, contra actores violentos de
distinta procedencia, no pueden entenderse por fuera de los procesos que, en un
momento determinado, permiten la movilización organizada y conciente –y además
“exitosa”- de esas mismas comunidades.
LA GUARDIA INDÍGENA
La guardia indígena, que constituye
quizás la expresión más visible de la resistencia civil de las comunidades del
norte del Cauca, es más que un grupo de 300 o más personas, hombres y mujeres
sin armas, de todas las edades, dispuestas a arriesgar la vida para impedir un
ataque o para liberar a unos secuestrados. Es uno de los logros de esa
“telaraña” en la cual se entrelazan los distintos factores de los cuales
depende la sostenibilidad de un proceso o de una comunidad. Y uno de los
resultados del proceso cuyos antecedentes intentamos resumir en la primera
parte de este Cuaderno.
La guardia indígena es una de las estrategias del plan de emergencia adoptado por las comunidades indígenas del norte
del Cauca para protegerse de los efectos directos e indirectos del conflicto
armado, o de lo que esas comunidades llaman “el desorden público”.
Las otras dos estrategias que, conjuntamente con la guardia indígena conforman
una sola unidad, son las asambleas
permanentes (que se concretan en espacios de reunión dentro del territorio
indígena, previamente definidos y adecuados, en donde se congrega la comunidad
cuando existen en otras partes del territorio combates o amenazas que atenten
contra su seguridad y en donde permanecen hasta que cesen esas amenazas) y el
acompañamiento o las veedurías
internacionales, a través de las cuales se obtiene el compromiso de
distintos actores internacionales con la defensa de los derechos de las
comunidades indígenas.
Otro concepto importante de este proceso, es la autonomía de las comunidades. Autonomía que ya explicamos antes
como una de las características de las partes que conforman el todo en un
sistema complejo, y que en este caso se refiere específicamente a la autonomía
frente a los actores armados, incluyendo a las fuerzas del Estado. Autonomía
que es, expresamente, diferente de
neutralidad.
Uno de los problemas más notorios es el problema del narcotráfico,
también los actores armados de izquierda y de derecha. Todo eso se debe tener
en cuenta y no permitir que la gente nuestra se vaya a inclinar al lado
izquierdo o al lado derecho, sino más bien estar firmes únicamente con la
autoridad del Cabildo, que es la única que nos ha dado la mano. Y en cualquier
situación que se nos presenta no buscar la izquierda ni la derecha, sino entre
nosotros mismos defendernos.[3]
De
alguna manera, los actores del conflicto armado colombiano pretenden coptar a
las comunidades indígenas como lo hicieron en las guerras civiles del siglo XIX
y durante “La Violencia” de los años 50:
La situación es difícil: estamos entre la espada y la pared, en una
guerra que no es nuestra, una guerra que no hemos propiciado como pueblos
indígenas, que la ha propiciado otro tipo de gente.
Nos están inclinando a tomar partido, a coger para un lado y para otro.
La posición nuestra es no inclinarnos para ningún lado, porque tenemos la
propuesta de los pueblos indígenas que es una propuesta de paz alrededor de un
plan de vida y de unas banderas de lucha.
Esas banderas de lucha se centran a nivel departamental en tres cosas:
unidad, tierra e identidad cultural. Lo otro es el respeto al espacio
territorial, el derecho y respeto a la vida. Algunos creen que somos neutrales, pero no lo somos, porque tenemos
nuestra posición. Por eso ven al pueblo indígena como los malos del paseo,
como la piedra en el zapato.
La situación está bastante agudizada y mucha gente no tiene clara esa
situación. Estarán pensando irse para un lado, otros para el otro. Les pido a
los que han entendido este proceso, aclarar mucho cuál es nuestra bandera de
lucha, de posición, y explicárselo a los jóvenes; porque si no, estamos
condenados a desaparecer lentamente.[4] (Oscar Cuchillo, en Cátedra Nasa-Unesco)
Por su parte Arquimedes Vitonás lo analiza así:
Además de reconocer identidad cultural, la Constitución del 91 nos da
también autonomía. Nos legitima nuestros territorios haciéndolos inalienables,
inembargables, imprescriptibles; o sea que legitima lo que nosotros hemos
hecho.[5]
La
autonomía, repetimos, no quiere decir individualismo ni aislamiento por parte
de las personas, ni de las comunidades ni de los resguardos. Podemos afirmar
que el proceso se caracteriza por una autonomía con coordinación, pero además
por una autonomía con cooperación.
En las Juntas Directivas, en la Asociación de Cabildos, cuando nos
reunimos, miramos con preocupación que algunos resguardos han salido adelante y
algunos resguardos están quedaditos. Y creo que hay un plan trazado en el cual
se dice que los resguardos que ya tienen más o menos capacidad política, capacidad
organizativa, de pronto capacidad económica, tenemos que darles la mano a los
resguardos que están bastante quedados. Es una tarea que tenemos trazada y poco
a poco entramos a capacitar a un grupo de personas en cada uno de los
resguardos, para que no se nos queden atrás en la parte organizativa.[6]
[1] Hernández Delgado, Esperanza, en
“Resistencia Civil – Artesana de Paz”. Pontificia Universidad Javeriana –
Colección Biblioteca del Profesional (Bogotá, 2004). Páginas 32 y 33.
[2] Editorial NORMA, 2004.
[3] Tenorio, Guillermo, entrevistado en “Los líderes
cuentan sobre el proceso organizativo del resguardo de Toribio, Tacueyó, San
Francisco y del Proyecto NASA”. Publicación de la Cátedra NASA - UNESCO
(Primera edición, Diciembre 2002). Página 36.
[4] Cuchillo,
Oscar, entrevistado en “Los líderes cuentan sobre el proceso organizativo del
resguardo de Toribio, Tacueyó, San Francisco y del Proyecto NASA”. Publicación
de la Cátedra NASA - UNESCO (Primera edición, Diciembre 2002). Página 140. (El
subrayado es nuestro.)
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